Conducía hacia uno de los pueblos más septentrionales de Suecia, Abisko, ubicado a 250 kms. al norte del Círculo Polar Ártico.
Estábamos atrapados en medio de una tormenta de nieve con visibilidad cero y, a nuestro alrededor, las montañas del Parque Nacional Abisko se habían convertido en un mar blanco.
Íbamos a fotografiar la escurridiza aurora boreal, el espectacular festival de luces de la naturaleza que ocurre cuando las explosiones en la superficie del Sol, llamadas erupciones solares, chocan con los gases en la atmósfera de la Tierra para crear bandas brillantes de color rojo, verde y púrpura.
Para presenciarlas, necesitábamos cielos gélidos, despejados y sin nubes, no la tormenta de invierno por la que atravesábamos.
En el óvalo de la aurora
Había estado aquí antes bajo condiciones de tormenta similares y pronto aprendí que Abisko es hogar de un «agujero azul», un trozo de cielo que se extiende de 10 a 20 kilómetros cuadrados sobre el pueblo, el lago Torneträsk y el Parque Nacional de Abisko, y que permanece claro independientemente de los patrones climáticos circundantes.
Ese fenómeno convierte a Abisko, y al norte de Suecia, en uno de los mejores lugares del mundo para presenciar consistemente la aurora boreal.
«Es un lugar ideal para observarlas pues se encuentra dentro del óvalo de la aurora y tiene una temporada de oscuridad muy larga (las observaciones de la aurora se registran desde mediados de agosto hasta abril), por lo que hay muchas», explica Erik Kjellström, profesor de climatología en el Instituto Meteorológico e Hidrológico de Suecia.
«Lo único que se necesita es que no haya nubes«, precisa. Agrega que esas condiciones se dan en abundancia gracias a su posición en el lado este de la Cordillera Escandinava, que se extiende a lo largo de la frontera entre Noruega y Suecia.
«La dirección del viento dominante en esta área es del oeste, lo que significa que las masas de aire húmedo del Atlántico tienen que ascender a altitudes más altas (más frías) para pasar sobre las montañas escandinavas», detalla Håkan Grudd, coordinador de apoyo a la investigación y subdirector de la Estación de Investigación Científica de Abisko.
«Cuando eso sucede, se forman nubes y el aire pierde humedad a través de precipitación. En Abisko, en el lado de sotavento de las montañas, el aire es más seco y se hunde a altitudes más bajas: las nubes se desintegran, de ahí el ‘agujero azul’«.
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