Hace unos 66 millones de años un asteroide se estrelló contra lo que ahora es el Golfo de México, provocando la extinción de los dinosaurios y un megatsunami del cual ahora los científicos tienen nuevas pruebas
La extinción de los dinosaurios probablemente sea un tema del que sigamos discutiendo durante décadas. Algunas de las cosas que tenemos claras al respecto es que – si excluimos a las aves, legítimas herederas del legado de los lagartos terribles- el final de aquellos gigantes que dominaron la Tierra tuvo lugar hace unos 66 millones de años. Sobre todo lo demás, la discusión sigue abierta.
El final de esta época de hegemonía reptiliana se atribuye, como no puede ser de otra manera, a un conjunto de circunstancias que cambiarían para siempre la faz de la Tierra. Entre estas causas, una de la principales hipótesis nos habla del impacto de un meteorito gigante que vino a estrellarse en el Golfo de México, dejando una huella indeleble en lo que hoy es la península del Yucatán de unos 25.000 kilómetros cuadrados que hoy se conoce con el nombre del cráter Chicxulub.
Sin embargo, acabar con la fauna dominante de todo un planeta no es que se presente como una tarea sencilla. Es por ello que a esta hipótesis principal se le pueden sumar otras hipótesis paralelas que ayuden a explicar el escenario apocalíptico al que los dinosaurios hicieron frente. Por ejemplo, una de ellas defiende que en aquellos momentos la Tierra se encontraba en un periodo relativamente activo en lo que a la actividad volcánica se refiere: periodo en el que diversas vetas volcánicas -algunas del tamaño de Francia- se abrieron en la Tierra liberando una ingente cantidad de gases de efecto invernadero capaces de elevar sobremanera las temperaturas globales y envenenar los océanos, dejando la vida ya en un estado peligroso antes del impacto del asteroide. Otras investigaciones al respecto defienden que los dinosaurios ya se encontraban en declive incluso unos 10 millones de años antes del impacto asesino de meteorito que grabó Chicxulub en la faz de la Tierra.
Pero volvamos a la hipótesis de la gigantesca roca espacial y sus efectos más allá del impacto. Entre algunas de sus consecuencias cabría citar, tal y como os contábamos en este artículo, que este tuvo a bien caer sobre una gran reserva de petróleo que provocó un enorme incendio que expulsó grandes cantidades de hollín a la atmósfera, provocando un potente enfriamiento en latitudes medias y altas, además de sequías en latitudes más bajas. Otra posibilidad, muy relacionada con la interior, es que el simple impacto pudo haber sido capaz de expulsar suficiente cantidad de material a la atmósfera como para oscurecerla durante décadas, provocando un enfriamiento global y la extinción de gran parte de la vegetación a causa de la falta de luz. Pero eso no es todo.
El impacto del meteorito en el océano Atlántico también provocaría un Tsunami de dimensiones épicas que acabaría de dar la estocada final a todo lo que quedara vivo en tierra firme. Y sobre la pruebas de este gran tsunami es precisamente lo que nos habla un articulo que se publica esta semana en la revista Earth and Planetary Science Letters bajo el título Chicxulub impact tsunami megaripples in the subsurface of Louisiana: Imaged in petroleum industry seismic data. Y es que ahora por primera vez, los científicos han descubierto lo que denominan los «megaripples» fosilizados, o mega ondas, provocadas por este tsunami enterradas entre los sedimentos de lo que en la actualidad es el centro del Estado de Louisiana, en los Estados Unidos.
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