María Elena Bottazzi codirige el Centro para el Desarrollo de Vacunas del Hospital Infantil de Texas, que ha creado Corbevax, una vacuna basada en tecnología tradicional que ya ha sido autorizada en India

Maria Elena Bottazzi, codirectora del Centro para Desarrollo de Vacunas del Hospital Infantil de Texas. Imagen cedida

Se llama Corbevax y es una vacuna contra la COVID-19 relativamente barata, fácil de fabricar y libre de patentes. El origen de esta fórmula se encuentra en el Centro para el Desarrollo de Vacunas del Hospital Infantil de Texas, donde fue diseñada por un equipo codirigido por la científica María Elena Bottazzi. La institución anunció en diciembre la autorización de emergencia en India tras los resultados del ensayo de fase III –los datos completos aún no han sido publicados–.

Corbevax utiliza una tecnología tradicional basada en proteínas recombinantes, lo que permitirá su producción a gran escala, según dice Bottazzi en una entrevista con elDiario.es. La compañía india Biological E planea fabricarla a un ritmo de 100 millones al mes a partir de febrero. La investigadora nacida en Génova y criada en Tegucigalpa confía en que la vacuna sea ampliamente accesible para inocular a la población mundial y cubrir la brecha de acceso creada, dice, por tecnologías más nuevas y más costosas.

¿En qué momento y por qué se lanzaron a investigar una vacuna contra este coronavirus?

La verdad es que empezamos hace diez años, porque ya teníamos un programa para desarrollar prototipos para el SARS y el MERS. Cuando vimos la secuencia de la proteína espiga del SARS-CoV-2, parecida en un 80% a la del SARS, teníamos ya la ingeniería, los procesos, los ensayos… la estrategia para pasar de un descubrimiento de laboratorio a la producción. Ya habíamos fabricado un prototipo de una vacuna del SARS. Rápidamente en enero de 2020, cuando vimos la similitud, pensamos que lo más fácil era replicar los mismos procesos y, en efecto, tuvimos que hacer muy pocas modificaciones. 

Para abril, ya teníamos un esquema y empezamos a trabajar con otros actores que nos ayudaron a crear un consorcio de aliados para poder desarrollar esta vacuna. El objetivo siempre fue hacer una descolonización: para nosotros, era más urgente transferirla a los países de bajos y medianos ingresos, mientras mirábamos también la posibilidad de hacerlo aquí, en Estados Unidos. Pero no ha sido fácil avanzarla en los países de altos ingresos y nos hemos dedicado a proveer el conocimiento a India, Bangladesh, Indonesia, países en África y en Latinoamérica. Colaboramos en diferentes aspectos con quien quiera. Es ciencia abierta porque no mantenemos los datos en secreto.

¿Por qué no ha sido fácil en los países ricos?

Porque su estrategia era [obtener] una tecnología un poco más rápida, tal vez innovadora, que afortunadamente terminó funcionando. A veces, se tiene la percepción de que en las proteínas recombinantes, en las que se basa nuestra vacuna, los procesos de ingeniería y producción llevan más tiempo. Crear una secuencia de ARN mensajero es más fácil, pero hemos visto que escalar la producción no lo es tanto.

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