A pesar de su gran labor en el desarrollo de la ciencia moderna, las mujeres han sido, tradicionalmente, relegadas a poco más que una nota a pie de página en los libros de historia. Sin embargo, con un poco de investigación se descubren todos esos nombres clave que muchas niñas y adolescentes nunca llegan a conocer. Rosa Menéndez (Cudillero, 1956), presidenta del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), reivindica esos referentes femeninos que, dice, si bien son más escasos que los masculinos, son mucho más numerosos de lo que se cree. Hablamos con esta química orgánica, que ha sido la primera mujer al mando del organismo científico por excelencia de nuestro país, sobre investigación, vacunas, las lecciones aprendidas con la pandemia y la importancia de visibilizar a las mujeres que han hecho avanzar la ciencia.
Eres la primera mujer en presidir el CSIC en los 82 años de su historia. ¿Qué ha cambiado en la situación de la ciencia en España desde que entraste en ella en 1979?
Cuando me incorporé al CSIC estrenábamos una nueva Constitución y la sociedad española vivía en aquellos momentos una transformación histórica. Desde entonces, la ciencia ha sido un reflejo del cambio en la propia sociedad con una nueva gobernanza y estructuras propias. Pero si tuviese que resaltar algo, no hablaría exclusivamente en términos de calidad, porque siempre hemos tenido notables científicos, y resaltaría que la ciencia española en estos últimos 40 años se ha proyectado internacionalmente. Centrándonos en el tema de género, tengo que reconocer que cuando comencé en el mundo de la investigación, me incorporé a un centro del CSIC en el que había una importante presencia femenina, próxima a la paridad, a pesar de que se trabajaba en temas que se podrían considerar muy masculinos, como puede ser todo lo relacionado con carbón y energía.
Curiosamente, cuando comencé a participar en proyectos europeos y luego en paneles de evaluación, pude comprobar que la situación de la mujer en España en el mundo de la ciencia no era muy distinta a la del resto de Europa. En la temática de energía, las mujeres representábamos una minoría en paneles de evaluación de proyectos y comisiones, y las pocas que allí estábamos éramos españolas, portuguesas y griegas. No había ni centroeuropeas ni nórdicas –hago este apunte para ponernos en contexto–. Si me hubiesen preguntado hace 10 o 20 años, posiblemente les hubiese contestado que no percibía ningún tipo de discriminación, o incluso que en el mundo de la ciencia no existía. Visto ahora, en retrospectiva, creo que no la percibía, pero que ahí estaba. La situación de la mujer ha mejorado sustancialmente, pero todavía queda mucho territorio por conquistar hasta que se llegue a no hablar de este tema: que solo se hable de la capacidad profesional de hombres y mujeres sin distinción de sexo.
Alrededor del 49% de la plantilla del CSIC es femenina, y de ella el 40% de los científicos son mujeres. Sin embargo, en los niveles más altos la representación cae al 27%. ¿Cómo romper ese techo de cristal?
Es cierto que todavía existe ese techo de cristal, y por ello hay que seguir trabajando. Sin embargo, hay que resaltar que se ha conseguido una mejora muy notable. La Comisión de Mujeres y Ciencia del CSIC lleva trabajando intensamente desde su creación en el año 2002 y este índice ha mejorado desde el 2.33 en aquel año, a 1.35 en 2019. Un índice que, aunque aún dista del ideal en igualdad –que sería 1–, es indicativo de que vamos en el buen camino. Cada simple décima –y casi diría hasta centésima– de descenso requiere mucho esfuerzo y tiempo. El índice del CSIC es mejor que el nacional –que es de 1.85– y que el europeo–de 1.64–. Lo que no quiere decir que debamos conformarnos, sino que debemos seguir trabajando para alcanzar el tan deseado equilibrio.
En algunas disciplinas científicas podemos decir que no existe techo de cristal: es el caso de materiales y alimentos. Sin embargo, en otras –como recursos naturales y física–, la situación es bien diferente. Y ahí es donde estamos concentrando nuestro esfuerzo. Globalmente, nos preocupa que los tradicionales gráficos de tijera, que tratábamos de mejorar año a año, ahora se conviertan en gráficos pinza, debido a una disminución clara de la presencia femenina en las primeras etapas de la carrera científica. Debemos centrar nuestros esfuerzos en promover las carreras STEM entre las jóvenes y atraer el talento femenino a la ciencia.
Uno de los problemas a los que suele achacarse es la falta de referentes femeninos. Hay estudios que indican que ya con seis años las niñas se consideran inferiores a sus compañeros masculinos. ¿Qué le dirías a esas niñas y adolescentes que quieren dedicarse a la ciencia, pero que piensan que no van a ser capaces?
Les diría que no se pongan límites y que se dediquen con entusiasmo a lo que realmente les guste. Todos debemos atender a nuestra vocación y perseguir libremente nuestras ambiciones, con confianza, sin prejuicios y sin miedo al fracaso, independientemente de nuestro género. La ciencia significa creatividad y, el conocimiento, libertad; todo ello puesto al servicio de la sociedad. La carrera científica es apasionante y se disfruta de principio a fin. Por otra parte, la presencia de mujeres en las disciplinas científicas y en la tecnología ha sido inferior a la de los hombres, pero su número no ha sido tan pequeño como cuenta la historia. Existen muchos referentes femeninos en ciencia, con una labor desarrollada muy relevante: les invitaría a indagar en los pasados y presentes, y les instaría a esforzarse para aumentar esa lista.
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