Catedrática en Ingeniería Química y con más de 30 años de experiencia en gestión empresarial, Lourdes Vega ha creado cinco patentes, ha publicado dos libros y se ha convertido en la primera mujer no árabe en recibir la Medalla a la Excelencia Científica de Emiratos Árabes. Su apuesta, decidida: entender al CO2 como un aliado

Directora y fundadora del Centro de Investigación e Innovación sobre CO2 e hidrógeno (RICH) de la Universidad de Khalifa (Emiratos Árabes Unidos)

En un mundo cambiante en el que empresa y ciencia hablan lenguajes aparentemente distintos, la búsqueda de un idioma común que conjugue conceptos clave parece la solución, aunque esta resulte tan clara de proclamar como difícil de ejecutar. Este ha sido, sin embargo, uno de los grandes empeños de Lourdes Vega, que lleva años investigando aplicaciones industriales para el CO2 capturado y evitar emitirlo a la atmósfera.

Es creencia extendida que el CO2 es un enemigo para el medio ambiente, pero su trabajo se basa en servirse de él como un “aliado” una vez capturado…
El CO2 en sí no es malo. De hecho, lo comemos y bebemos cada día a través de la Coca-Cola, la cerveza, el agua con gas o las ensaladas envasadas. El problema es que su presencia en la atmósfera es excesiva y es, en gran medida, responsable de los sucesos que asociamos con el cambio climático. Tampoco es el gas más nocivo para el medio ambiente ya que, por ejemplo, los gases fluorados tienen un potencial de calentamiento global miles de veces superior.
El problema es que la palabra CO2 se usa habitualmente como sinónimo de todos los gases de efecto invernadero -vapor de agua, metano, óxido nitroso, ozono troposférico, clorofluorocarbonos y otros compuestos fluorados- que son los principales responsables del calentamiento global y del cambio climático, porque taponan la atmósfera impidiendo que el sol pase adecuadamente.
Para evitar que el CO2 se acumule en la atmósfera en niveles excesivos se pueden hacer varias cosas. Una de ellas es capturarlo de las fuentes concentradas de emisión, como, por ejemplo, una cementera, o una planta de producción de electricidad por carbón, pero actualmente esta técnica no resulta económicamente viable frente a no hacer nada.


Por otra parte, dada la cantidad de CO2 que se emite actualmente, si se capturara todo no se sabría qué hacer con él. Existen tecnologías para capturarlo y almacenarlo en formaciones rocosas, yacimientos de petróleo
y gas agotados o formaciones salinas, pero no existen en todas partes y son caras. Por eso, a las empresas les compensa más enfrentar los impuestos derivados de las emisiones que pagar por su captura y almacenamiento. Sin embargo, desde el punto de vista de la economía circular, resulta mucho
más atractivo capturarlo y buscar aplicaciones industriales a gran escala, en lugar de almacenarlo de manera permanente.


¿Qué aplicaciones puede tener el CO2 una vez capturado?
Aunque existen varias aplicaciones, no son suficientes para dar salida a todo el CO2 que se emite. Los números hablan por sí solos:
cada año se generan en el mundo debido a la actividad humana 31 gigatoneladas de CO2 y, entre todas las aplicaciones que existen en el mercado, sólo se utilizan 130 megatoneladas.
Las aplicaciones en el sector de la alimentación son especialmente beneficiosas ya que mejoran la calidad y el ciclo de vida de los
alimentos envasados -como las ensaladasen atmósferas protectoras. Así mismo, se usa en la carbonatación de bebidas, pero las cantidades necesarias son muy pequeñas comparadas con las que se generan, y, en
muchos casos, vuelve a la atmósfera. También hay aplicaciones más específicas.
Actualmente, estamos desarrollando un proyecto que pretende hacer reaccionar las escorias procedentes de una acería con dióxido de carbono para crear un material de construcción extremadamente aislante y ligero.

Esta puede ser una aplicación que consuma grandes cantidades de CO2 en todo el mundo. Si hablamos de CO2 supercrítico las aplicaciones se multiplican, porque en estas condiciones permite extraer compuestos de forma selectiva como, por ejemplo, la cafeína del café y el té, el lúpulo para producir cerveza, la grasa del cacao o los pesticidas de los cereales. Por ejemplo, hay una empresa en Extremadura que ha conseguido extraer de
los tapones de corcho la sustancia que provoca el sabor a corcho en los vinos usando CO2 supercrítico, produciendo en la actualidad más de 500 millones de tapones al año, usados para vinos de alta calidad.

Seguir leyendo en (páginas 38-41): https://s03.s3c.es/pdf/6/1/61ffad9efe71275fc457c0fff95936ea_agua.pdf

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