El virólogo es el encargado de liderar uno de los equipos del CSIC que trabajan en una vacuna contra la COVID-19 que, según explica, podría estar lista en menos de un año

Luis Enjuanes, en el laboratorio de Coronavirus del Centro Nacional de Biotecnología (CNB). EFE/ Emilio Naranjo/Archivo
Luis Enjuanes, en el laboratorio de Coronavirus del Centro Nacional de Biotecnología (CNB). EFE/ Emilio Naranjo/Archivo

Luis Enjuanes vive a contrarreloj desde que comenzó la pandemia. A sus 76 años, lidera un equipo de 16 personas cuyo objetivo es terminar la que podría ser una de las mejores vacunas contra el SARS-CoV-2. Por varias razones: Es autoamplificable, lo que significa que la dosis de ARN que se inyecta puede multiplicarse 5 000 veces dentro del organismo. Genera una inmunidad esterilizante, es decir, las personas vacunadas no solo no enferman, sino que tampoco se infectan ni transmiten el virus. Su administración podría ser intranasal, lo que da mayor protección en las vías respiratorias, la principal puerta de entrada del coronavirus.La batalla científica contra el coronavirus en España la libran investigadores precarios o jubiladosSABER MÁS

Enjuanes, que desarrolla su actividad en el Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC), prevé que su vacuna estará lista en un año. “Saldremos más tarde, pero con todo actualizado”, afirma. Se refiere a que en los ensayos han incorporado las mutaciones de las variantes del SARS-CoV-2 de Reino Unido, Sudáfrica y Brasil.

Más allá de su investigación, el virólogo explica por qué este coronavirus es más letal que otros, augura nuevas epidemias y cambios en nuestro modo de vida, y da por hecha la irrupción de las vacunas españolas en la lucha contra la covid-19. Nada más empezar, advierte: “Ahora no podemos bajar la guardia”.

Después de un año de pandemia, ¿cómo valora el momento actual?

Estamos en un momento relativamente optimista. Hay tres vacunas que ya se administran y la UE acaba de aprobar la de Janssen. Esto es lo más importante: la vacunación es la única forma frenar la pandemia de forma masiva. Las vacunas de Pfizer, Moderna y AstraZeneca son efectivas, pero no perfectas: hay que dar dos dosis y la gente vacunada, aunque está protegida de sufrir una patología intensa y morir por covid-19, también se infecta y puede diseminar el virus. Hay que llegar al 70 % de la población inmunizada. Las cifras han bajado, pero ahora no podemos bajar la guardia y dilapidar la labor que la mayoría de la población y las instituciones están realizando. Si esperamos 2 o 3 meses más, solucionaremos el problema. Con el 70 % vacunado, el virus se extingue de forma natural: cuando va a infectar a una persona, fracasa en el 70 % de los casos.

Además de cierto optimismo, la vacunación está generando interés respecto a las 3 vacunas que se desarrollan en el CSIC. ¿En qué fase está la suya? ¿Cuándo estará finalizada?

La nuestra es una vacuna original, no se ha hecho ninguna de este tipo. Está basada en la manipulación genética del propio SARS-CoV-2, del que hemos derivado un replicón de ARN [que multiplica la dosis génica que desencadena la protección]. Esa parte ya está definida, pero necesitamos tecnologías complementarias para la administración de la vacuna. Tenemos que combinar ambas cosas y comprobar que todo funciona, que la vacuna es estable y segura. De aquí al verano realizaremos los ensayos con ratones y hámster. Si todo va bien, haremos lo mismo con macacos. Creo que estará lista en el primer trimestre de 2022. Entonces habremos obtenido datos de ensayos clínicos para probar la seguridad de la vacuna y poder administrarla entre la población. Nos gustaría ir más deprisa, pero es un modelo nuevo y requiere tiempo.

Nos cuesta entender los ritmos de la ciencia, aunque precisamente lo que más nos preocupa es la seguridad de las vacunas. Y para garantizarla es necesario realizar sucesivos experimentos con animales y ensayos clínicos en humanos.

Así es. Generalmente, una vacuna tarda entre 10 y 15 años en desarrollarse. Ahora las multinacionales están trabajando con equipos de unas 600 personas, grandes instalaciones y muchos recursos económicos para ir más rápido. A nosotros no nos ha faltado financiación en estas primeras fases, y tanto el CSIC como el Ministerio de Ciencia nos apoyan mucho, pero tenemos que completar la investigación para una vacuna nueva. Otras, como la de AstraZeneca o la que desarrolla Mariano Esteban, se basan en vectores conocidos y por tanto aprobados por las agencias reguladoras de medicamentos. Eso les permite correr más. Nosotros, antes de hacer la vacuna contra el SARS-CoV-2, ya habíamos desarrollado otra [similar] para el virus MERS que era muy eficaz en los modelos animales experimentales. Inducía una inmunidad esterilizante: cuando inmunizamos a ratones humanizados [modificados genéticamente] y tratamos de infectarlos 3 semanas después, el virus no podía entrar porque estaban muy bien protegidos. Eso no ocurre con las otras vacunas.

Digamos que por un lado está el corazón de la vacuna, que ustedes ya han diseñado a partir de la ingeniería genética, y por otro la tecnología que facilita su administración, una especie de cápsulas que cubren el ARN para que no se degrade y pueda penetrar en las células.

Exactamente. Esos recubrimientos pueden ser de distinta naturaleza y ya están fabricados, pero hay que combinarlos con el corazón de la vacuna, lo que lleva la maquinaria de amplificación del ARN que provoca la expresión de proteínas que inducen protección. Al combinarlos, queremos ver cuál es el método más efectivo. Por ejemplo, las vacunas de Moderna y Pfizer, basadas en moléculas de ARN mensajero, necesitan conservarse a 20 grados bajo cero; sin embargo, la compañía alemana CureVac se ha aliado con Bayer para sacar otra vacuna de ARN mensajero a la que han añadido un excipiente que hace que pueda almacenarse a 4 grados en el frigorífico de casa. Moderna y Pfizer acabarán hablando con CureVac para que les traspase esa tecnología. Lo que quiero decir es que no solo estamos haciendo una vacuna, sino casi 30 variantes para seleccionar el prototipo más seguro y eficaz.

Su vacuna se basa en un replicón sintético de ARN, algo intermedio entre las vacunas de Pfizer y Moderna, que son sintéticas, y las que se basan en virus, o sea, organismos vivos.

Sí. Tenemos dos versiones y ambas se basan en el mismo replicón, derivado del genoma del virus, al que hemos quitado una colección de genes. Como resultado, ya no es un virus porque no se puede propagar e ir infectando a personas o animales. Eso nos da la seguridad de que no va a revertir a una entidad virulenta. Llevamos muchos años trabajando en vacunas y sabemos que hay muchas basadas en virus vivos atenuados que funcionan muy bien. Pero como los virus se reproducen a una gran velocidad, existe la posibilidad de que alguno logre hacerse virulento. Además, nuestra vacuna incluye un ARN muy grande que lleva el ‘motor’ para autoamplificarse: si damos 1 microgramo, una vez que entra en las células del cuerpo humano, puede ‘fabricar’ entre 1 000 y 5 000. Eso tampoco lo hacen las de Moderna o Pfizer.

¿Cómo se administrará su vacuna?

Hemos utilizado una ruta de administración intranasal, pero las agencias que controlan la seguridad de los medicamentos prefieren la intramuscular, que se ha usado más y es segura. Sin embargo, no es la más adecuada porque induce una inmunidad general en todo el organismo, sistémica, y menos fuerte en las mucosas. Las mucosas (nasales, oculares, respiratorias, etc.) son espacios abiertos al exterior y la inmunidad en esas zonas se induce mejor localmente, presentando ahí el antígeno [la sustancia que provoca la respuesta inmunitaria; en este caso, la vacuna]. Este virus entra prioritariamente en nuestro organismo a través de las vías respiratorias, por eso si administras la vacuna intranasalmente, inmunizas esa zona y la protección es mayor. Esto lo vimos con el prototipo vacunal que desarrollamos para el MERS que vino de Oriente Medio; su eficacia era muy alta porque generaba una inmunidad fuerte. A cambio, hay que hacer más ensayos para demostrar la seguridad. Tenemos dos vías de administración en estudio: la intranasal y la intramuscular, que se inyecta en un brazo. Varias compañías que han fabricado vacunas intramusculares están investigando vías para administrarlas intranasalmente ­–con sprays– de forma segura. Nosotros vamos a por una vacuna intranasal y de una sola dosis muy potente.

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