Los casos revelados en este periódico no son más que la punta del iceberg de un sinfín de despropósitos que hacen que, poco a poco, se nos pudra el sistema científico, al calor de lo que parece un negocio redondo

Dos microbiólogas procesaban test de covid y de viruela del mono en agosto en Nashville (Tennessee).ANADOLU AGENCY (ANADOLU AGENCY VIA GETTY IMAGES)

¿Cómo puede ser que un investigador publique un estudio científico cada 37 horas? ¿Qué es eso de “los más citados”? ¿Y el ranking de Shanghái”? ¿Cómo puede ser que las universidades árabes paguen tanto dinero solo por cambiar la filiación de la institución? ¿Quién hace las publicaciones científicas? ¿Cómo se financian los estudios? Estas son algunas de las múltiples preguntas que he recibido recientemente en mi teléfono. Mis amigos que no trabajan en el mundo científico y académico han leído en EL PAÍS casos de lo que podríamos llamar “falta de integridad científica”, o lo que a mí me gusta calificar como el impacto de los motivadores de la voluntad de la investigación.

Algunas de las respuestas categóricas que he dado a esas preguntas han sido estas: publicar un estudio en 37 horas es imposible. Las universidades árabes pagan porque son presa, como el resto de las universidades del mundo, de los rankings universitarios. Las publicaciones científicas las hacen (supuestamente) los investigadores. Las pagamos todos. Y los más citados son algo así como Los 40 principales de la ciencia. Sin embargo, estas reflexiones no dan respuesta al drama de un sistema científico trasnochado, ineficaz y maltrecho.

La ciencia, además de ser la clave para hacer un mundo mejor, para enfrentar el cambio climático o una pandemia mundial, es también una empresa humana, y la carrera científica una profesión. Para entrar (y permanecer) en esa carrera, los investigadores tienen que publicar “y publicar” artículos científicos (papers) y, por supuesto, conseguir financiación pública para realizar esa investigación que, en el mejor de los casos para su carrera, culmine en una publicación en una revista con alto “factor de impacto” (JIF). Y vuelta a empezar. El principio de ”publicar o perecer” ha dado lugar a muchas malas prácticas, a conductas poco éticas, a que mucha investigación se malgaste (research waste) sin tener ningún impacto en la sociedad, e incluso, a la crisis de la reproducibilidad de la ciencia.

Los investigadores tenemos, además de la curiosidad, el interés y otros loables principios que nos dirigen a la carrera científica, el motivador de la voluntad de publicar, como un fin en sí mismo. Ya que es lo que nos va a permitir obtener financiación, un puesto fijo en una universidad y lo que nos va a servir para permanecer en el sistema. Parte de este sistema (el elefante en la habitación) son las grandes editoriales científicas, a las que se pagan cantidades astronómicas por acceder y/o por publicar, y las empresas que determinan los factores de impacto de esas publicaciones basados en las citas que reciben las revistas.

Una de estas empresas, Clarivate (a la que aluden los casos revelados por este medio), realiza además su propia lista de esos 40 principales, los Highly Cited Researchers(HCR)donde se incluyen en riguroso orden y por disciplinas los 6.938 investigadores más citados. La cita no es un indicador indiscutible de calidad, sino un marcador de la popularidad: de las publicaciones (JIF) o de los investigadores (HCR). Al listado de los científicos “populares” se puede acceder en abierto, pero para lograr entrar a los listados de las buenas (“populares”) revistas (Journal Citation Report), las instituciones o los países tienen que pagar también importantes cantidades de siete cifras.

Por otra parte, los investigadores pertenecen a universidades u organismos de investigación que también tienen sus motivadores de la voluntad para atraer estudiantes, elevar su prestigio o captar otros reconocimientos. El elemento para definir la calidad (popularidad) de una universidad es nuevamente más listas, en este caso, rankings que colocan a las universidades por un orden de prelación según criterios de índole diversa y basados, en el caso de medir su absoluta excelencia, en índices tan arbitrarios como tener un premio Nobel, o uno de estos individuos altamente citados. ¡Como si una sola persona pudiera legitimar a toda una institución!

Seguir leyendo en: https://elpais.com/ciencia/2023-04-20/se-nos-pudre-la-ciencia.html

Tags:

Comments are closed

Acerca de este sitio

La ACIEAU es una plataforma de networking profesional de científicos e investigadores españoles que trabajan en los Emiratos Árabes Unidos. Cuenta con más de 60 miembros, incluidos destacados científicos, investigadores y expertos en una amplia gama de áreas de conocimiento: desde Ingeniería, Medio Ambiente, Salud, Veterinaria y Biología, hasta Ciencias Sociales e Inteligencia Artificial. Su propósito es difundir los logros científicos y tecnológicos de los investigadores españoles en los Emiratos Árabes Unidos.