La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna (1803-1810), dirigida por el médico Francisco Balmis, llevó la vacuna de la viruela a América y Asia en los cuerpos de 22 niños
El 30 de noviembre de 1803 zarpa del puerto de A Coruña la corbeta María Pita. En su interior viajan 22 niños con la misión de llevar en su propio cuerpo la vacuna de la viruela, una de las enfermedades más mortíferas de la humanidad, a América y Filipinas. Es el inicio de la primera campaña sanitaria de alcance mundial. La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna estuvo en activo durante casi nueve años, vacunó a centenares de miles de personas en su vuelta al mundo y sentó las bases de los primeros sistemas públicos de salud. Encabezada por el médico Francisco Xabier Balmis y Berenguer (Alicante, 1753 – Madrid, 1829), la expedición contó entre sus integrantes con Isabel Zendal (Santa Mariña de Prada, 1773 aprox. – Puebla de los Ángeles, México), encargada del cuidado de los menores y rectora de la Inclusa –casa de huérfanos– de A Coruña, y el también médico Josep Salvany y Lleopart (Barcelona, 1774 – Cochabamba, Bolivia, 1810).
Más de dos siglos después, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), el Ministerio de Ciencia e Innovación (MCIN) y Editorial Planeta conmemoran esta gesta sanitaria con el lanzamiento de dos publicaciones: la novela gráfica El mar recordará nuestros nombres, del Premio Nacional de Cómic 2020 Javier de Isusi, y La expedición de Balmis. Primer modelo de lucha global contra las pandemias, un libro monográfico coordinado por Susana Ramírez, de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), y prologado por el virólogo del CSIC Luis Enjuanes.
“La Expedición de Balmis fue una actividad sanitaria fundamental en la historia de la ciencia mundial”, explica la investigadora de la UCM. “El propio Edward Jeneer, el descubridor de la vacuna de la viruela, dijo que esta empresa filantrópica debería pasar a los anales de la Historia. Sin embargo, la actividad sanitaria quedó camuflada por las luchas de independencia y no tuvo el reconocimiento que se merecía: España mandó salud a un imperio que se estaba viniendo abajo”, añade la especialista.
“Precisamente, el objetivo de ambas publicaciones es dar a conocer al público estos hechos y a sus protagonistas, muchos de ellos anónimos”, señala Pura Fernández, directora de Editorial CSIC y Cultura Científica y Ciencia Ciudadana del CSIC. Según el autor del cómic, “se trata de dos libros complementarios: uno centrado en los datos históricos y otro en el relato, en la dimensión de aventura de la campaña”.
Una historia “alucinante” convertida en cómic
En El mar recordará nuestros nombres, Javier de Isusi asume el reto de “convertir una historia alucinante en un cómic interesante”. A su favor, apunta, había una trama “con muchos asideros”. “La expedición, con sus luces y sus sombras, fue un esfuerzo admirable. ¿Qué ocurre? Que se produce a principios del siglo XIX y tiene elementos que pueden chocar viéndolos con ojos del siglo XXI”, aclara. “Es cierto que se recurrió a niños para transportar la vacuna, pero no había otra forma mejor de hacerlo y se ofreció a los menores un futuro mejor del que hubieran tenido en España. La intención era verdaderamente filantrópica, pero topó con las realidades de entonces”, añade.
Otro elemento que cautivó al autor fueron los personajes, “cada uno con una personalidad y una motivación muy distinta”. Es el caso de “Balmis, un tipo con grandes dotes organizativas, pero también un tremendo cascarrabias; Zendal, una mujer ‘pobre de solemnidad’, madre soltera y cuyo apellido real no supimos con exactitud hasta 2013; y Salvany, un hombre afable que cae bien a todo el mundo y una especie de mártir laico que aun estando enfermo se juega el pellejo por salvar a otros”, detalla.
Sin embargo, el desafío era grande porque el margen para hacer el cómic era “cortísimo” y “la historia de la expedición da para una serie de televisión de varios capítulos”. “Se merecía 300 páginas, y le hemos dedicado 90; por eso hay personajes y hechos que dan mucho de sí que se han tenido que quedar fuera”, lamenta de Isusi. Otro problema al que tuvo que enfrentarse fue el de la ambientación: “Nunca había dibujado una historia que sucediera en esa época, ni barcos de vela o escenarios en los que no he estado”.
La obra, aunque es fruto de un intenso trabajo de documentación y ha contado con el asesoramiento de especialistas del CSIC como Susana Ramírez, introduce algunos elementos de ficción, “como las vicisitudes de Benito, el hijo de Zendal del que apenas se sabe nada”. “No hay pruebas de que Benito y Salvany tuvieran una relación tan estrecha, pero tampoco de lo contrario. Es ahí donde navegamos cuando inventamos historias: entre los huecos que nos deja la realidad”, precisa el autor.
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