Avanza el desarrollo del proyecto LISA del consorcio internacional liderado por la ESA y con participación de la NASA.


Esquema de LISA detectando ondas gravitacionales procedentes de una galaxia lejana.  ESA

Cuando hace unos días se presentó la primera imagen del agujero negro supermasivo situado en el centro de la Vía Láctea, uno de los científicos coordinadores del proyecto Horizonte de Sucesos, en cuyo marco se ha conseguido la imagen, dijo: «Cuando empecé de becario en el germen de este proyecto, nunca pensé que llegaría a verlo». Otro indicó que esto solo es el comienzo de una nueva área de la astronomía, la observación de agujeros negros.

Lo que sucede es que los grandes proyectos que caracterizan la astronomía actual pueden durar más de 30 años y ocupar toda la vida profesional de un astrónomo. Parten de ideas que luego hay que desarrollar y vender a los colegas y los políticos hasta que aglutinan suficientes partidarios y fondos para empezar a convertirse en realidad, de la mano de la tecnología más avanzada. Además, son proyectos típicamente internacionales porque ningún país por sí solo puede llevarlos a cabo, ya que implican a miles de personas especializadas, en su largo y difícil desarrollo.

Lo mismo que los astrónomos de la observación de agujeros negros están esperando nuevos instrumentos, como el europeo Telescopio Extremadamente Grande (ELT), los que desde hace unos años iniciaron igualmente una nueva área cuando empezaron a detectar ondas gravitacionales con LIGO y otros grandes instrumentos que también tardaron décadas en hacerse realidad, esperan el detector espacial de ondas gravitacionales.

Se llama LISA y parece por fin haber encontrado la continuidad después de muchos años de retrasos y parones. Esta estabilidad se refleja en una gran noticia para los jóvenes científicos que ya ahora trabajan para LISA, entre ellos varios equipos españoles, y que seguramente podrán verlo en funcionamiento en la década de los treinta. LISA ha superado con éxito la primera fase, con una revisión a fondo que da luz verde a la siguiente fase, la de definición de la misión, que lleva aparejada hacer realidad la tecnología que hace falta, algo que no es nada fácil.

Al igual que el Horizonte de Sucesos y que LIGO, LISA es un interferómetro, pero espacial y muy ambicioso y, por supuesto, el primero de su género. Sus siglas corresponden a Laser Interferometer Space Antenna. Consistirá en tres satélites dotados de detectores que se mantendrán constantemente en una configuración triangular equilátera con lado de 2,5 millones de kilómetros, lo que equivale a un detector gigante. Orbitarán el Sol siguiendo a gran distancia a la Tierra y las ondas gravitacionales procedentes de cualquier parte del Universo producirán levísimas oscilaciones en la longitud de los lados del triángulo, que los satélites detectarán mediante láseres y masas en caída libre en su interior.

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