El Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia tiene como objetivo reducir la brecha de género y dar a conocer referentes femeninos olvidados en la historia

Una joven investigadora examina muestras con un microscopio. TRUST KATSANDE

Se conoce como efecto Matildaal fenómeno que ha arrojado en el olvido muchas de las contribuciones femeninas a la investigación científica a lo largo de la historia. Porque haberlas, las ha habido, y muy relevantes; aunque no se conozcan. Y es que solo el 7,6 % de los referentes científicos incluidos en los libros de texto de la ESO son mujeres, según diferentes estudios de la Universidad Complutense de Madrid y la Universidad de Valencia. Le pasó, por ejemplo, a Trotula de Salerno, una médica italiana del siglo XII cuyas obras fueron atribuidas a su marido y a su hijo; o a Rosalind Franklin, cuyo descubrimiento resultó ser clave para descifrar la estructura del ADN, pero que no fue reconocida con el premio Nóbel que sí recibieron su jefe y dos compañeros de laboratorio (Francis Crick, James Watson y Maurice Wilkins) en 1962. Franklin, fallecida de cáncer de ovarios en 1958, no vivió ese agravio cuya existencia tardó muchas décadas en reconocerse.

Para redescubrir esas y muchas otras aportaciones, así como para fomentar las vocaciones científicas y tecnológicas en niñas y jóvenes, se celebra cada 11 de febrero el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. La necesidad no es solo histórica: tan solo el 28,5 % de las plazas en carreras STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas, por sus siglas en inglés) son ocupadas por mujeres, y la tendencia sigue siendo negativa. Si en los años 80, las mujeres representaban más del 30 % de las matrículas en Ingeniería Informática, hoy apenas llegan al 12; y si en Matemáticas suponían el 60 % de los estudiantes universitarios inscritos en el año 2000, hoy se quedan en un 37 %. Una brecha de género que también se refleja en puestos de liderazgo: solo una de cada tres personas dedicadas a la investigación en todo el mundo son mujeres, que apenas ocupan un 24 % del número de cátedras en las universidades españolas.

Detrás de estas cifras subyace una realidad que va mucho más allá de una supuesta inclinación natural de la mujer por las disciplinas humanísticas y aquellas relacionadas con los cuidados. Son, como afirma Milagros Sáinz, investigadora del Internet Interdisciplinary Institute (IN3) de la UOC, producto de años de estereotipos cultivados en frentes como la familia, la escuela y los medios de comunicación: “Los cuidados son cosa tanto de hombres como de mujeres (…). Y las chicas no se interesan [en las carreras STEM] no porque no tengan capacidades, sino porque, incluso teniendo notas superiores a sus compañeros, se consideran peores porque existe un sistema social que continuamente está cuestionando las competencias de las chicas en tecnología”, sostiene con vehemencia. “A día de hoy, es increíble que entreviste a ingenieras en entornos todavía muy masculinizados, donde ellas apenas son una o dos mujeres de una plantilla de 50, y que ni siquiera pueden presentar los proyectos que han desarrollado porque el cliente de referencia puede cuestionar que eso pueda ponerse en marcha”.

Iniciativas de visibilización

Muchas son las actividades celebradas cada curso para dar a conocer estos referentes femeninos a la población escolar. Así, los alumnos de primer ciclo de Primaria del CEIP Mariano Aroca, de Murcia, recibieron el pasado 8 de febrero la visita de Irene Martínez, investigadora principal del Instituto Murciano de Investigación Biosanitaria Pascual Parrilla. Junto a ella descubrieron, por ejemplo, cómo es un laboratorio por dentro y los pasos que conlleva un descubrimiento científico, pero también conocieron sus proyectos de investigación, relacionados con el cáncer, “una explicación que se hizo utilizando analogías con superhéroes y superheroínas para hablar de las células del sistema inmune, y de villanas para hablar de las células tumorales”, describe por correo electrónico Ana María Redondo, directora del centro. También se pusieron manos a la obra con dos experimentos: los niños y niñas aislaron ADN de la mucosa oral a través de la saliva, y vieron cómo tres indicadores de pH diferentes cambiaban de color al añadirles un ácido o una base.

Mientras, en Sant Vicent del Raspeig (Alicante), los estudiantes del IES San Vicente conocieron a través de una videoconferencia a la investigadora Ana del Río Machín, del Barts Cancer Institute de Londres (Reino Unido), que trata de encontrar una manera de mejorar los tratamientos de un subtipo de leucemia muy agresivo. Un encuentro que duró una hora y que sirvió no solo para que conocieran su trabajo, sino también para que conocieran de primera mano las dificultades a las que se enfrenta la carrera investigadora: “Me preguntaron por qué me fui de España después de mi doctorado, y eso me dio pie a contarles lo limitadas que son las oportunidades para hacer investigación de calidad en España. Además, para estabilizarse laboralmente en el sistema académico español tiene tanto peso el haberse ido fuera, que es casi una obligación”, afirma.

Ambas acciones se enmarcan dentro de la III edición de la iniciativa #Conócelas, organizada por la Asociación Española de Investigación Contra el Cáncer (ASEICA), que ha contado con la participación de más de 300 investigadoras y 20.000 alumnos y alumnas en toda España. Pero hay más: también están, por ejemplo, Mujeres con Ciencia, que ayuda a visibilizar referentes femeninos a lo largo de la historia; Soy científica. Vivo en tu barrio, un proyecto que visualiza a 11 investigadoras de la Universidad de Zaragoza como referentes reales y cercanos; o#NoMoreMatildasuna iniciativa de AMIT (Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas) relacionada con el ya mencionado efecto Matilda y que invita a imaginar, a través de tres cuentos, cómo hubiera sido la vida de Albert Einstein, Alexander Fleming y Erwin Schrödinger si hubieran sido mujeres.

Un ejemplar del cuento dedicado a Matilda Schrödinger, dentro de la iniciativa #NoMoreMatildas de AMIT.
Un ejemplar del cuento dedicado a Matilda Schrödinger, dentro de la iniciativa #NoMoreMatildas de AMIT.AMIT

Todo esto, y mucho más, para intentar corregir una brecha de género que, en cualquier caso, no solo está relacionada con la cantidad de vocaciones científicas: “No siempre es un asunto de números. En Ciencias de la Salud, por ejemplo, hay muchas más mujeres, tanto estudiantes como profesionales. Sin embargo, siguen sin estar en los órganos de decisión”, recuerda Maite Paramio, presidenta de AMIT.

La importancia de corregir estereotipos

Desde la UOC recuerdan que estar infrarrepresentadas en el sector STEM tiene consecuencias prácticas, “como no participar en igualdad de condiciones en el desarrollo de avances científicos y tecnológicos; recibir, por lo tanto, un menor reconocimiento; y perpetuar la idea de que las disciplinas STEM, ligadas con frecuencia a mejores sueldos y posiciones de liderazgo, son campos predominantemente femeninos”. Una desigualdad que, para Sáiz, tiene su origen en una serie de fenómenos sociales y culturales complejos. “La idea de que las mujeres tienen menos talento que los hombres en algunos ámbitos se repite mucho en los entornos familiares, los modelos educativos, los medios de comunicación, las redes sociales o los videojuegos”, apunta.

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