Un grupo de científicos investiga microorganismos fotosintéticos que absorben los metales de los que depende la tecnología más avanzada
Doce bacterias recogidas de distintas partes del planeta están siendo investigadas por tener una capacidad que a los humanos les cuesta mucha ciencia y mucho trabajo: recuperar tierras raras. Estos minerales son raros por sus especiales propiedades, que los hacen esenciales para un amplio abanico de tecnologías avanzadas. También son muy relevantes en la geopolítica actual, ya que China y en menor medida Estados Unidos forman casi el duopolio de su extracción. Así que en Europa urge recuperarlos de los productos y de los procesos en los que intervienen. Y, para ello, científicos alemanes han identificado esta docena de microorganismos, algunos de ellos extremófilos, que tienen la rara habilidad de sentirse atraídos por las tierras raras uniéndose a ellas.
Ignoradas durante casi dos siglos, las tierras raras son un grupo de elementos arrinconados en la tabla periódica. Son metales, pero raros. Además del escandio y el itrio, están los 15 integrantes del grupo de los lantánidos (como el lantano, el cerio o el neodimio). Aunque no abundan en la naturaleza (su concentración en la corteza terrestre es baja, yendo desde las 0,5 hasta las 67 partes por millón), su apellido de raras procede realmente de contar con una estructura química especial y muy similar entre ellos. Además, solo aparecen en forma de óxidos. Una serie de propiedades, como su elevada capacidad como conductor y su magnetismo, han hecho que en las últimas tres décadas se hayan vuelto indispensables. Sin ellos, no habría sido posible la miniaturización de infinidad de aparatos- Tampoco las baterías de móviles o vehículos eléctricos o los sistemas de los aerogeneradores serían como son.
Hacen falta algunos datos más para entender el interés que despiertan las tierras raras entre los científicos, pero aún más entre los responsables de las grandes empresas de tecnología y los políticos. El hierro fue la base de la Revolución Industrial, pero es como el agua, tan vital como barato: un kilogramo apenas cuesta 20 céntimos. Sin embargo, un kilo de óxido de neodimio ronda los 200 euros y la misma cantidad de óxido de terbio puede superar los 3.800 euros. Además de caras, las tierras raras aparecen concentradas en una serie de países. Según datos del Servicio Geológico de Estados Unidos, más de la mitad de las 280.000 toneladas que se le arrancaron a la Tierra en 2021 las obtuvo China. Un vistazo a las reservas muestra un futuro geopolítico aún más preocupante: de los 120 millones de toneladas que se estiman que hay, casi el 40% están en territorio chino y el 60% se las reparten Rusia, Vietnam y Brasil. En suelo europeo, aunque el químico sueco Carl Gustaf Mosander fuera el que descubrió los tres primeros elementos (lantano, erbio y terbio) y haya un lantánido que lleve el nombre de Europa, el europio, apenas hay tierras raras.
La escasez de producción propia, que contrasta con el uso intensivo de estos elementos por los europeos, obliga a su reciclaje, a recuperarlos de donde están para devolverlos al circuito. Pero, para complicar las cosas, la recuperación de metales se hacía tradicionalmente por medio de procesos químicos intensivos en energía y altamente contaminantes, como el uso de ácidos. De ahí el interés en proyectos como el liderado por un grupo de científicos de la Universidad Técnica de Múnich (Alemania), que han vuelto la mirada hacia las cianobacterias, un filo de bacterias que realizan la fotosíntesis.
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