Aula Animal y Ética Animal crean un programa educativo para facilitar al profesorado recursos que permitan a sus estudiantes reflexionar sobre nuestra relación con los otros animales.

Dos niñas alimentan a un pavo en un santuario en Nueva York Jo-Anne McArthur

“¿El pollo del bocata es carne de una gallina de verdad?” es una pregunta infantil bastante más difícil de afrontar que la mítica “¿de dónde vienen los niños?” porque la primera solo admite un sí o una mentira y, la segunda, permite improvisar una milonga de cigüeñas, abejas, semillas o embarazos por amor.

Pero si no es sencillo darle una respuesta –“Sí, era una gallina, y el jamón que hay en la cocina es la pata de un cerdito”– es porque, a veces, la verdad no es fácil de llevar: en su bocadillo hay, simple y llanamente, un trozo de cadáver. Y eso es tan irrebatible como que a muy corta edad experimentamos una disonancia cognitiva que se supera normalizando el consumo acrítico de productos de origen animal; y hasta tal punto llevamos el autoengaño que nos incomoda saber cómo se produce lo que comemos o que alguien nos señale el sufrimiento que hay detrás de una hamburguesa con queso.

En otras palabras, existe un entramado de mentiras que estamos dispuestos a creernos para encajar en una sociedad adicta a la explotación animal. Son el hogar, la escuela y los medios de comunicación quienes se encargarán de dejar a la empatía fuera del plato y más pronto que tarde sucumbiremos al especismo sin debate ni reflexión porque, al fin y al cabo, solo conocemos esta forma de relacionarnos con los animales.

Pero, ¿y si no fuera así? ¿Y si la escuela se abriera a educar en la empatía con los demás animales, a reflexionar sobre los límites de nuestra esfera moral o a fomentar un pensamiento crítico que nos permita identificar conductas especistas? Ahora es más fácil. Veamos por qué. 

Entendiendo el mundo más allá de nuestra especie

Éste es el nombre del nuevo programa educativo de Aula Animal y Ética Animal que da herramientas al profesorado para introducir a sus alumnos y alumnas en el estudio de nuestra relación con los demás animales. Está pensado para que jóvenes y adolescentes de ESO y Bachillerato puedan conocer esta realidad de forma transversal en las asignaturas de Ética y Filosofía pero también en Ciencias Sociales, Biología y Geología, así como en la clase de tutoría.

“Es precisamente en la adolescencia donde comienza a desarrollarse el pensamiento crítico, por lo que cualquier iniciativa que lo fomente siempre es positiva”. Quién habla es Pilar Badía, coautora de este programa educativo que, como profesora de instituto, es consciente de las limitaciones de los currículos: “Es habitual que en las aulas se traten distintas discriminaciones que padecen los seres humanos. Sin embargo, pocas veces se habla de la discriminación que sufren otros animales en nuestra sociedad y de la consideración moral que tenemos hacia ellos. Es importante que la gente joven aprenda a nombrar esta discriminación,que se llama especismo, para poder identificarlo y cuestionarlo”.

Para ello, Ética Animal y Aula Animal proponen una serie de actividades de lo más variado: vídeos didácticos bien adaptados al público joven, ilustraciones de Paco Catalán con sus pertinentes preguntas filosóficas, o propuestas de debate de actualidad como el de las granjas de insectos o la nueva ley que reconoce la sintiencia animal.

De esta forma se visibilizan las cadenas de opresión –en algunos casos de forma literal– con las que sometemos a los animales para nuestro disfrute. Y es que muchos jóvenes habrán visto primates en un zoológico o elefantes en un circo, pero difícilmente les hayan acompañado a la reflexión desde el otro punto de vista: lo que significa para esos animales vivir encerrados.Aula Animal y Ética Animal lo tienen claro: “Conocer posturas diferentes a las que defiende la mayor parte de la sociedad es fundamental para construir la propia visión del mundo”.

Ese es el punto. Que nadie se asuste, lo de hablar de especismo en clase no va de proyectar imágenes de pollitos siendo triturados vivos, ni de escabrosos vídeos de la matanza del cerdo –que, bueno, los hay– sino de ahondar en el espíritu crítico del alumnado para que sea capaz de detectar el especismo, del mismo modo que queremos educarles para que sepan identificar actitudes machistas, racistas u homófobas.

Por lo que respecta a asignaturas como Valores Éticos, Badía denuncia que “suelen abordar la cuestión del trato a los animales de forma que refuerzan el pensamiento especista, sin permitir al alumnado conocer la postura alternativa”. El programa educativo que nos ocupa viene a equilibrar esta situación, pero no quiere limitarse a lo filosófico: “También se debería revisar el currículo de asignaturas como Biología y Geología, donde se habla de los animales desde una perspectiva anatómica y taxonómica evitando los aportes que la etología puede hacer para que el alumnado conozca cómo se sienten los otros animales y desarrollar, así, empatía hacia ellos”.

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