Santiago Ramón y Cajal, padre de la neurociencia, ganador del Premio Nobel de Medicina e impulsor de la actual infraestructura científica en España, donó más de 28.000 objetos para que a su muerte fueran conservados como símbolo del valor de la ciencia española. 87 años después, siguen almacenados en cajas en el Instituto Cajal.
«La historia ha tratado muy bien a Ramón y Cajal pero los españoles muy mal», resume a EFE el presidente de la Academia de las Ciencias (RAC), Jesús María Sanz-Serna.
Más de un siglo después de recibir el Nobel, Ramón y Cajal sigue siendo uno de los científicos más citados del mundo porque probablemente es «uno de los tres o cuatro nobel de Medicina más importantes de la historia» pero «en España no le valoramos», lamenta.
Prueba de ello es el estado de su tumba en el cementerio de la Almudena que, lejos de ser un lugar de culto como la de Marie Curie en Francia o de la de Isaac Newton -enterrado en la abadía de Westminster de Londres-, está totalmente abandonada e incluso fue vandalizada en 2018.
Unos meses antes, algunas de sus pertenencias (libros, objetos personales, dibujos o fotografías) aparecieron en venta en el Rastro de Madrid, «obras de arte en sí mismas» que estaban por los suelos del mercadillo, un «patético» ejemplo del abandono institucional a la figura de Cajal, como denunció el entonces director del Instituto Cervantes, Juan Manuel Bonet.
Otro tanto se puede decir de su última residencia, un palacete ubicado en el número 64 de la calle Alfonso XII de Madrid, encargado al arquitecto Julio Martínez Zapata en 1912 y en el que Cajal instaló su laboratorio y pasó los últimos 23 años de su vida.
En 2017, el edificio fue adquirido por una inmobiliaria y aunque algunos grupos políticos como Compromís solicitaron al Gobierno su reconversión en museo, las obras siguieron adelante. Hoy, es un edificio protegido que solo conserva la fachada, el portal y las escaleras originales de acceso a las viviendas, el resto son pisos de lujo con jardín y garaje robotizado.
«Ese palacete hubiera sido una ubicación excelente» para abrir un museo y defender la memoria de quien no solo fue un científico excepcional, sino también impulsor y primer presidente de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, la primera infraestructura científica española que tras la guerra civil pasó a ser el actual CSIC, recuerda el presidente de la RAC.
Pero la situación cambió hace un año. En febrero de 2020, el ministro de Ciencia e Innovación, Pedro Duque, anunciaba en el Congreso de los Diputados el compromiso del Gobierno a poner en marcha un museo dedicado «al mejor científico de nuestra historia» y, por fin, tras un año centrado en la pandemia, hace unas semanas, el Consejo de Ministros aprobó la creación de un grupo de trabajo para impulsar el proyecto.
Este equipo, que estará integrado por políticos del más alto nivel como el propio Duque o el ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes, entre otros, se encargará de conocer y analizar las opiniones de todas las partes interesadas.
«Queremos que antes de que termine 2021, tengamos un proyecto de Museo Cajal que se haga realidad durante esta legislatura. Hay varias alternativas y queremos estudiarlas todas para que nuestro científico más universal, padre de la neurociencia, tenga un museo a su altura», subraya el ministro en declaraciones a EFE.
Para Juan Andrés de Carlos la creación de este grupo de trabajo es un gran avance: «nunca habíamos llegado tan lejos», dice a EFE este investigador del Instituto Cajal y responsable del legado del nobel. «Llevo años intentando hacer un museo» y, aunque siempre «he tenido buenas palabras, nunca se habían materializado en nada».
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